España tiene ya más de 900 desaladoras

Aunque esta tecnología ha mejorado de forma sensible en los últimos
años, los ecologistas alertan de la contaminación que puede provocar su uso
masivo

Clemente Álvarez - Madrid.-

Si el 97 por ciento del agua del planeta está en los mares, por qué no
tratar este recurso casi ilimitado en desaladoras para proporcionar bebida y
riego en abundancia allí donde falte. El planteamiento es perfecto, sin
embargo, como suele ocurrir, no todo resulta tan sencillo como parece. Los
expertos españoles en desalación ¬los mejores del mundo, hay que decir¬
aseguran que la tecnología para potabilizar el agua ha multiplicado en los
últimos años su eficiencia y hoy en día mejora con cada nueva planta
desalinizadora que se construye. Aún así, esto no quita que este sistema de
obtener agua dulce plantee todavía algunos problemas técnicos y ambientales.
El más complicado de resolver, como reconoce el presidente de la Asociación
Española de Desalación y Reutilización, José Antonio Medina, es la capacidad
de las desaladoras para abastecer los campos agrícolas interiores, dado que,
según se va alejando uno de la costa, estas instalaciones requieren de más
energía para bombear el agua desde el mar, lo que incrementa de forma
proporcional el precio del producto final.

Además, esta tecnología está asociada también a dos impactos ambientales
de primer orden: la emisión de CO2 causante del cambio climático y el
vertido al mar de la salmuera. En el primer caso, las desaladoras, como
cualquier proceso industrial, requieren de energía para bombear el agua y
«filtrarla», una energía que si no proviene de fuentes renovables (eólica,
solar, hidráulica o biomasa) contribuirá a las emisiones de cambio climático
o a la generación de residuos radiactivos en las centrales nucleares. En el
segundo, se trata del agua hipersalina que se devuelve al mar una vez
terminado al proceso y que puede afectar a la vegetación marina, en especial
a las valiosas praderas de Posidonia del Mediterráneo.

Según Santiago Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, aunque ambos
impactos ambientales se han reducido en gran medida en los últimos años,
«tampoco se puede desalar alegremente, pues no se trata de vaciar el mar».

Con todo, y en un momento en que la desalación está en boca de todos por
los planes del Gobierno socialista de construir más desaladoras para
sustituir el trasvase del Ebro, lo cierto es que pocos países en el mundo
superan a España en el desarrollo de esta tecnología.

Sólo tres países desérticos ricos en petróleo como Arabia Saudí, Emiratos
Árabes Unidos o Kuwait producen más agua desalada que España. Según José
Antonio Medina, presidente de la Asociación Española de Desalación y
Reutilización, con las plantas desaladoras que hay ya en funcionamiento el
país produce alrededor de 1,6 millones de metros cúbicos al día de agua
desalada (1,6 hectómetros cúbicos) y cuando se pongan en marcha las
instalaciones en construcción del Plan Hidrológico Nacional (PHN) esta cifra
aumentará hasta los 2 millones de metros cúbicos al día (2 hm3).

«Tecnológicamente estamos a la cabeza», asegura Medina, «y somos el país
del mundo que más volumen de agua desalada dedica a la agricultura». Agua,
por otra parte, que el presidente de esta asociación no duda en afirmar que
es «de mejor calidad que la que se bebe en muchas ciudades del país».

Desde que se contruyese la primera desaladora en Lanzarote en los años
sesenta, han sido más de 900 las plantas que se han puesto en funcionamiento
en el país, aunque muchas de ellas son pequeñas plantas de menos de 50
metros cúbicos (m3) al día diseminadas de forma descontrolada por la costa.
«Para hacerte una idea del volumen de agua de estas pequeñas plantas
particulares», señala Medina, «50 m3 es lo que consumen unas 250 personas al
día».

Carboneras

Frente a estas pequeñas instalaciones, las grandes desaladoras producen
más de 50.000 m3 al día (un camión cisterna tiene una capacidad de unos 25
m3). Y algunas de las últimas desalinizadoras inauguradas o ahora mismo en
construcción, incluidas en el PHN, superan con creces este volumen. Como la
de Carboneras, que tiene capacidad para producir hasta 120.000 m3 al día.

Miguel Torres, jefe del Área de Calidad de Aguas del Centro de Estudios y
Experimentación de Obras Públicas (Cedex) y uno de los mayores especialistas
españoles en desalación, asegura que hoy en día las plantas con la mejor
tecnología disponible ¬construidas a cota cero junto al mar¬ consumen entre
3,3 y 3,5 kilowatios por hora para desalar cada metro cúbico de agua (para
compararlo, una familia española consume unos 8 kilowatios por hora al día).
Aunque parece ya mucho, según explica Torres, este consumo energético es
casi seis veces menor que el de las primeras instalaciones desalinizadoras
construidas en el país (20 kw por m3) y se espera que siga bajando: «cada
desaladora nueva que se construye tiene un poco menos de consumo».

Una de las formas, por ejemplo, de bajar todavía más este gasto
energético es a través de la energía residual que queda en el agua. Como
precisa el especialista del Cedex, para pasar el agua por las membranas
«filtradoras» se necesita subir su presión hasta los 70 kg/cm2, de forma que
una vez terminado el proceso se puede utilizar la presión que queda en el
caudal rechazado para generar electricidad con ayuda de una turbina.

Líneas de investigación

Otra línea de investigación es la mejora de la productividad de las
membranas (compuestas de una fina película que deja pasar el agua pero no
las sales) para lograr desalar la misma cantidad de agua con menos presión.
Un campo en el que, según Torres, «hay que esperar avances importantes».

En cuanto a la aplicación de energías renovables, existen ya proyectos de
desaladoras que cuentan con molinos de viento o placas solares para
autoabastecerse de energía «limpia» (ver «A Tu Salud Verde» del pasado 26 de
febrero). Para el experto del Cedex, ésta es la «asignatura pendiente» del
sector de la desalación, no obstante, es partidario más bien de una
implantación generalizada de este tipo de energías en todo el país en lugar
de incorporarlas a las propias instalaciones, de forma que las desaladoras
puedan surtirse de electricidad «limpia» a través de la propia red. «Las
desaladoras deben ponerse lo más cerca posible del consumo de agua y los
parque eólicos donde haya viento», opina.

Santiago Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, reconoce los avances
que se han producido en el apartado de la energía, el cual considera que es
«el impacto fundamental de las desaladoras». Sin embargo, entiende que
tampoco «se pueden echar las campanas al vuelo» y desalar de forma masiva.

Aparte de las emisiones contaminantes, otra de las consecuencias directas
del consumo energético es el precio del agua desalada. Pues, como detalla
Torres, este concepto supone un 40 por ciento de los gastos de las
desaladoras, junto a la amortización de la obra, que supone otro 40 por
ciento. «El precio del agua más bajo que se puede conseguir en una
desaladora de gran tamaño es de 50 céntimos de euro el metro cúbico». No
obstante, éste sigue siendo hoy la mayor barrera a la hora de construir una
desaladora; sobre todo según se vaya alejando de la costa y vaya aumentando
su consumo energético. Lo que no quita, como recalca el presidente de la
Asociación Española de Desalación, que también existan pequeñas plantas
desalinizadoras de acuíferos en lugares como Ciudad Real, Cuenca o Burgos.

El segundo impacto ecológico de estas instalaciones es el vertido de la
salmuera. El experto del Cedex señala que por cada metro cúbico de agua
dulce obtenido se genera otro de agua hipersalina (salmuera), que se vierte
al mar. A juicio de Torres, en este caso también existen ya sistemas para
reducir el daño de este vertido en la vegetación marina, como verter la
salmuera en distintos puntos del mar o diluirla con el agua de refrigeración
de centrales térmicas contiguas. No obstante, lo cierto es que el impacto de
este vertido depende mucho de cada zona y cada caso, pues será mayor en las
costas con praderas de Posidonia, uno de los ecosistemas marinos más ricos
del mar Mediterráneo, y una de las prioridades de conservación de la Unión
Europea.

Descontrol de desaladoras

Pedro García, presidente de la Asociación de Naturalistas del Sureste
(Anse) ¬un grupo ecologista murciano¬, denuncia que «el mayor problema en la
Región de Murcia es la falta de control sobre muchísimas desaladoras de
pequeño tamaño que vierten la salmuera de cualquier forma». Según alerta, a
veces se trata de plantas ilegales que ni siquiera vierten al mar, sino a
cauces cercanos o pozos ocultos.

De hecho, para este ecologista, este impacto es mucho mayor para Murcia
que el derivado del consumo energético y las emisiones contaminantes.

Pese a todo, si en algo coinciden todos los expertos y ecologistas es
que, si bien la desalación puede ser parte de la solución para llevar agua
donde no la hay, no puede ser en ningún caso la única empleada, pues tiene
limitaciones. Así, con relación al anuncio del Gobierno socialista de
derogar el trasvase de 1.050 hectómetros cúbicos del Ebro, el representante
de Ecologistas en Acción tiene claro que, igual que no estaba de acuerdo con
la transferencia del Ebro, «nadie en su sano juicio puede plantearse un
número de desaladoras equivalente al volumen de agua del trasvase».
«Desaladoras sí», comenta Martín Barajas, «pero con limitaciones».

http://www.larazon.es/verde/noti_ver01.htm